un ex

Hoy hablaste de un ex durante todo el almuerzo. Ahora estás sola, el sol se fue, la casa está a oscuras y te da pereza ir hasta el interruptor. Escuchás una música instrumental de guitarras en Youtube porque también te dio pereza buscar algo más inspirador. Es uno de esos días en que podrías comer una de esas sopas que vienen en vaso de telgopor con gusto a piedra y olor a nafta, tomar agua de la manguera del patio y fumar un cigarrillo Chesterfield que quedó de la década pasada en un rincón de algún mueble. Pero vivís en una casa recién estrenada, que no tiene más historia que una simbólica y que no te pertenece. Tu único mueble es nuevo, apenas ayer lo ubicaste al lado de la ventana de tu cuarto, después de pasar el fin de semana dándole una mano de pintura.

Tu ex también es de la década pasada. De otra ciudad, de otra época en la que eras menos feliz pero más joven. Una vez bailaste con él en una fiesta y te sentiste deseada. Tenías puesto un short violeta diminuto, unos tacos altos y unos aros argollas enormes. Un estilo completamente ajeno al tuyo pero que esa noche te sentaba bien. Él estaba ahí con vos y tus amigas, que eran un poco sus amigas, y él te besaba en público, algo que sucedía poco. En general se veían en tu casa o en la de él de madrugada y sólo para tener sexo. Muy buen sexo. Él nunca se quedaba a dormir en tu casa pero en la suya algunas veces te despertaba con un desayuno. En realidad eso pasó en los inicios porque luego te empezó a llamar un taxi a las cuatro o a las cinco de la mañana. Te daba tanto odio que más de una vez deseaste volver caminando a tu casa y que te sucediera algo malo para que a él le remordiera la conciencia. Querías dormir con él más que cualquier otra cosa en el mundo. Y él no. Querías que él te quisiera. Pero él no te quería. Y si alguien tenía que apuñalarte en la calle para que él te amara -aunque fuera por culpa-, el plan te cerraba.

Estabas equivocada. Acababas de terminar una relación larga en la que habías estado a punto de casarte y ser infeliz para siempre y no sabías nada de romances y escarceos. Todo era amor romántico o muerte. Todo tenía que ser para siempre, aunque durara dos meses o una noche. Todos tenían que ser el futuro padre de tus hijos. Todos tenían que ser el novio que presentarías a tu madre. Todos tenían que ser el hombre que se llevaría bien con tus amigas. Todos tenían que ser el esposo que te regalaría un cachorro para una navidad y haría un asado para las dos familias, la tuya y la de él, que se reunirían una vez al mes en tu casa con jardín. Todos tenían que ser todo, a pesar de todo.

Hoy estás soltera, sos vegetariana, no querés ser madre, deseás adoptar un gato -negro- porque un perro demanda mucha atención y buscás a tu ex en Facebook. Está lindo y sexy y sentís por dentro el mismo odio que cuando te llamaba un taxi a la madrugada. Por lo que ves cumplió muchos de sus deseos, se dedica a lo que quería y sigue siendo amigo de tus amigas, por lo menos en Facebook. No vas a preguntarles a ellas por él. De todos modos, vive lejos, en aquella ciudad que fue la tuya, y hay una pandemia que te impediría viajar. Te preguntás si seguís deseándolo porque sigue siendo atractivo o porque fue uno de los dos hombres que te dejaron en toda tu vida. Eso descubriste hace poco: nunca te dejan, siempre vos tomás la decisión. El otro que te dejó es más antiguo en tu historia. Ya lo has buscado en Facebook y está lleno de hijos, separado y completamente calvo. Además es agrónomo y seguro está a favor de los agrotóxicos.

Pero ahora dudás si mandarle un mensaje a ese ex del que hablaste durante todo el almuerzo y que en este momento ves en una foto sonriendo en Macchu Picchu. Recordás que una vez desde Puno, al sur de Perú, cuando andabas de viaje, le mandaste un correo que nunca respondió en el que le contabas que te habías acordado de él por unos murales en la ciudad de Lima, que eras feliz y que eso ya era un montón.

“Hola, ¿cómo andás?
Yo bien, menos feliz que en mi último correo que nunca respondiste, pero bien.
A pesar del encierro, la pandemia, el control social del Estado, la desidia y la injusticia de este mundo, ando bien.
Estoy por cumplir 40 pero todavía puedo ponerme ese short violeta y los tacos que usé esa noche en que me dijiste que era la mejor actriz del mundo, y la más linda.
Vos estás bastante bien, te estolqueé en Facebook.
Cuando pase la cuarentena viajaré a Buenos Aires, ¿te parece que nos veamos?
No tengo problema si es de madrugada y si después de coger me llamás un taxi.
Ya no creo más en el amor.
Saludos”

Apretás enviar. Y te levantás de la silla a prender la luz.

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