reír

“Pertenezco, sin embargo, a esa especie de hombres que están siempre al margen de aquello a lo que pertenecen, no ven sólo la multitud de lo que son, sino también los grandes espacios que hay al lado.”
Fernado Pessoa. El libro del desasosiego.

Domingo 17 de noviembre de 2019. cumpleaños de mi amiga Vito.

Afuera hay sol y algunas ráfagas bebés que pueden llegar a la adultez en cuestión de horas o morir apenas infantes, no se sabe. mi sobrino de ocho años dijo hoy, luego de desayunar, que había soñado con el vacío, que era algo que sentía como el fin del mundo. además de hacerme ilusión que tenga de aquí en más algo de lucidez depresiva, deseé también que se dedique a la filosofía. le prometí que le mostraría a Filosoflow, un rapero que conocí en México, en un festival zapatista, y que podría cautivarlo porque si hay algo que mi sobrino hace desde que empezó a hablar es rapear.

Yo soñé que me besaba con un hombre que no me gusta. es un hombre de la vida real, de cierta esfera pública. es un hombre grande, por ende, me sorprendía en el sueño que no supiera besar. hacía unos movimientos rápidos y extraños con la lengua, muy en la puerta del beso, del choque de labios. me desilusionaba porque yo había tenido la intención de besarlo porque me gustaba de veras, como me ha sucedido siempre. nunca besé a alguien sin que me gustara, aunque ese sentimiento durara cinco minutos. antes habíamos estado en una fiesta en la misma casona en la que estábamos hospedados por esos días junto a nuestras parejas, que no estoy segura si eran de la vida real.

Ahora que vuelvo a estar de este lado, el del despertar y saber que el mundo sigue igual, que alrededor está todo putrefacto, pienso en este hombre con asco. nada del sueño se perpetúa en mi piel que está tan apática en los últimos tiempos.

Hace un par de noches, un muchacho que vino a ver una de las obras de teatro en las que actúo me preguntó porque siempre hacía personajes de “loca”. evitando abordar la discusión acerca de qué consideraría él como locura y ahí nomás asestarle en el lado izquierdo del pecho nociones de neurodiversidad, decidí confesarle que había sido azaroso y que en la vida real yo era bastante depresiva. se rió y también yo lo hice, porque me seduce eso que oscila entre la verdad y la falacia. el humor negro me parece sexy y la mera idea de que no hay nada de lo que no podamos reírnos en este mundo horrible me permite vivir, ni más ni menos.

Reír con congoja.

Reír con la certeza de que es una risa de subsistencia.

Reír mientras las nubes siguen tapando el sol y el gas de las lacrimógenas del país de al lado nos rozan la nariz.

Reír mientras la sangre del pueblo de arriba nos salpica la ropa recién lavada.

Reír mientras el silencio fronteras para adentro nos explota los tímpanos.

Reír mientras metemos votos en las urnas y después ensayamos cómo iremos a comprar asado y le sacamos punta a la tarjeta que pagará el bronceado brasileño (aunque la arenga en Facebook en contra de Bolsonaro la sostenemos siempre, no vaya a ser cosa).

Reír mientras en una semana, siete días, así de corto el tiempo, mataron a siete mujeres por serlo nomás pero a seguir debatiendo que si las tetas de Mon Laferte, que si el presidente electo es feministo o no, que a ver si este año los millonarios parásitos del Congreso nos aprueban los derechos.

Reír porque nuestro redentor va a ser un payaso que fue maltratado de chico y la culpa de todo la tuvo su mamá adoptiva que lo maltrató o permitió que lo maltrataran, o su mamá biológica que lo abandonó. lo que está claro es que la culpa -al menos como desencadenante- fue de la madre.

Reír para que al menos tengamos la tranquilidad de que al velarnos no nos quedará ese rictus amargo en la cara y aún después de muert*s sigamos siendo condescendientes en sociedad.

Feliz domingo.

(está claro que vi Jocker. maravillada por la actuación de Phoenix, lamentablemente no pude asimilar muy bien la ficción cuando apenas en la función anterior en la misma sala de cine había asistido a ver “Quién mató a mi hermano”, el documental sobre la desaparición y posterior descubrimiento de asesinato de Luciano Arruga, el pibe de La Matanza al que torturó y mató la Bonaerense. la realidad siempre le lleva ventaja a la ficción.)

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